Nos alegra sobremanera traer a este blog un libro recientemente publicado, y nos alegra por un doble motivo: porque se trata de poesía (ese género que siempre parece contar tan poco en nuestra sociedad pero que tan grata nos hace la vida), y porque los versos han salido del corazón y el alma de un antiguo alumno de este centro: Jesús Labrador Morcillo. Gracias a ti, Jesús, por cierto, por recordar en la breve biografía que adorna la contraportada del libro, que parte de tu formación académica tanscurrió en "el encantador pueblo de Siles, situado en la Sierra de Segura, Jaén".
Jesús, oriundo de Benidorm, donde nació en 1997, estudia actualmente Bellas Artes en la ciudad de Granada. Y a esa Granada descubierta en su experiencia universitaria, oteada quizás desde los promontorios que circundan la cartuja y albergan la histórica facultad en la que se está formando, en esa Granada del bullicio y el turismo desaforado (pero también de la silenciosa angostura albaicinera y el lento despeñarse del Darro por el paseo de los Tristes) dedica el poeta estas deliciosas pinceladas de verbo suelto y apasionado.
Nuestro joven vate deja muy claro desde el prólogo su enamoramiento con la antigua morada de los nazaríes: "Me siento encadenado, embriagado, ante tanta belleza solitaria, ante esa melancolía lorquiana, ante tus aguas, ante el más hondo de los rincones, anti ti, Granada".
Y justamente, los primeros poemas van lanzados como saetas de amor hacia el inmortal Federico. Repasa Jesús al Lorca de su infancia en Fuentevaqueros, al Lorca del caballo y la noche oscura, al Lorca poeta y dramaturgo, al eterno muchacho de sonrisa franca y vitalidad solo cortada por la brutalidad de la guerra.
La segunda parte del poemario es un repaso por todo aquello que está conformando a este autor en estos años de juventud exaltante y lo mismo le canta al palacio de los leones, que casi emula una zambra para elogiar a María la Canastera. Enrique Morente y el Sacromonte, La Gran Via y Alonso Cano, Mariana Pineda y las cruces de mayo. Más que un repaso simplista por todo lo tópico y típico que pueda aparecer en las guías turísticas, Jesús hace suya la ciudad y las gentes que en ellas vivieron o fueron vividas por ella (si se nos permite la licencia); usa con soltura el arte de la versificación con unos atisbos de madurez expresiva de los que hay que esperar mucho en el futuro; e incluso se permite un elegante uso de la ironía como en la composición que lleva por título "La Tarasca". Late en sus versos el espíritu modernista de Darío y el ansia de libertad creativa que llegó hasta los autores del 27, y al igual que ellos tiende un puente hacia el clasicismo pero sin desdeñar el uso de muy personales metáforas.
Nos permitimos elegir, como muestra, esta composición dedicado a "un gato negro y blanco [que] se cruzó en mi camino justo cuando iba a acechar la noche de Granada", según confiesa el autor. Y lo hacemos porque algunos compartimos admiración y envidia a partes iguales respecto de este pequeño felino:
ODA AL GATO
Noctámbulos andares el gato acecha
en la clarividencia de la noche con pelaje de gacela
noctámbulos cantares el tigre ronronea
con sus bigotes arpados de cielos, de quimeras.
Se agazapa en su pelaje el gato, se protege de la arena
moja su cola en el manantial
en el calígine de la luna llena.
Pardos ojillos trémulos de luces el gato hierra
con huellas tan lejanas en la luna nueva
pícaro y astuto filósofo de tierras
chicoleo de los perros
cutáneo de la felina sierra.
El libro, publicado por la antequerana editorial ExLibric en 2016 fue presentado, entre otros lugares, en Puente de Génave, el 9 de septiembre del año pasado.
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