1º. Se toma como referencia un elemento del centro escolar (en este caso, una vieja puerta que nunca se abre y que nadie repara en ella por eso mismo, porque no parece dar acceso a ningún sitio).
2º. Se invita al alumnado a acompañar al profesor a dicha puerta y que comiencen a imaginar qué hay detrás de ella, tanto aquello que pueda ser más lógico como lo más absurdo que se les pase por la cabeza.
3º. Se les encomienda que redacten un relato con mucha narración y algo de descripción (contenidos, por cierto, del tema 2) donde hagan volar su imaginación, teniendo presente que la protagonista absoluta del cuento es la puerta y lo que ella atesora.
4º. Una vez evaluado el trabajo, se les lleva de nuevo al lugar en cuestión y se muestra lo que hay detrás de esa ajada puerta, con la promesa, por supuesto, de no revelar a nadie la verdad.
Y ahora, tres de esos guisos que han cocinado algunos de nuestros alumnos:
LA PUERTA
SECRETA
Un nuevo
año. Una clase de alumnos que pasaron de sexto a primero de la ESO.
Eran una clase de veinticinco o veintiseis alumnos. Pasó Navidad.
Llegó la primavera y a unos días de Semana Santa, Álex llevaba el
parte de la clase de arriba a la de abajo cuando por el atasco de
gente, tropezó. Y se hubiera caído si no fuera por la “puerta
misteriosa”.
Entonces se
dio cuenta de que había una puerta y empezó a picarle la
curiosidad; pero no era el momento. Al día siguiente lo comentó
entre sus amigos, pero solo le creyó un par y una niña que pasaba
por allí. Los niños eran Álex, Luis, Óscar y Luisa. Los tres
tenían tanta curiosidad que hablaron con el conserje, ya que era el
que estaba más tiempo en el instituto. En cuanto le mencionaron la
puerta, se asustó y dijo que solo era el cuarto de las limpiadoras.
Los niños no se lo tragaron. Aprovechando que eran fiestas de Semana
Santa, se colaron en el instituto, cogieron la llave y entraron.
Después de esto, nadie más supo de ellos.
Antonio
Cortés Cortés.
En el año
1973 la educación no era como ahora: era más estricta, más rígida.
Hasta tal punto que los profesores podían golpear a sus alumnos con
reglas, y vete tú a saber con qué más. Pero bueno, este no es el
caso: este tipo de aulas, como la que se oculta tras la puerta
misteriosa, era para aquellos alumnos y alumnas que no comprendían
que el maestro debía ser respetado.
Esta era la
sala de las ratas o como quiera que se llamase. Esa puerta blanca, de
madera, un poco anticuada y maltratada por el tiempo y algún alumno
graciosillo, conducía a una sala oscura, con roedores e insectos por
todos lados. Tenía solamente una silla, una mesa y una pequeña vela
que proporcionaba un poco de luz a los alumnos que allí se hallaran.
Pero había
una salida que crearon los alumnos y alumnas para salir: se trataba
de quitar una tabla y salir por ahí, pero los profesores los
pillaron con las manos en la masa y... ¡se cerró para siempre!
Javier
Gallego Castillo.
Érase una
vez un instituto encantado. Muchos niños decían que les daba miedo
entrar. Sería quizás porque había una puerta al subir las
escaleras que daba mucho miedo. Esa puerta se suponía que era una
clase de Lengua antigua. Contenía dentro mesas antiguas, sillas
viejas, una pizarra rota, el suelo manchado de huellas de ratas y
muchas cosas más. Un día un niño estaba en clase de Lengua y le
dijo: “Oye, maestro, me gustaría saber por qué esa puerta aún
sigue ahí si ya han pasado cincuenta años. El maestro, con cara de
no saberle responder, le dijo: “Niño, yo creo que esa puerta sigue
ahí porque aún hay algo que guardar ahí”.
Al día
siguiente todos los niños fueron a reclamarle al maestro que por qué
no abría esa puerta para averiguar lo que había dentro. El maestro
respondió: “Niños, si de verdad queréis saber lo que hay
dentro... acompañadme”. Los niños se fueron detrás de él y
cuando llegaron, abrió la puerta y se sintió un crujido
(¡ññññgggg!) muy extraño. Todos se tuvieron que tapar los
oídos. Esa puerta vieja dejaba sordo a cualquiera. Cuando vieron lo
que había dentro, todos los niños se sorprendieron y ya no
volvieron a preguntarle más al maestro.
Isabel
Mª. Bonache Alarcón.
No hay comentarios:
Publicar un comentario