martes, 29 de noviembre de 2016

Selección de relatos de La puerta secreta

Pasos para cocinar una actividad de creación literaria en 2º de la ESO:

1º. Se toma como referencia un elemento del centro escolar (en este caso, una vieja puerta que nunca se abre y que nadie repara en ella por eso mismo, porque no parece dar acceso a ningún sitio).

2º. Se invita al alumnado a acompañar al profesor a dicha puerta y que comiencen a imaginar qué hay detrás de ella, tanto aquello que pueda ser más lógico como lo más absurdo que se les pase por la cabeza.

3º. Se les encomienda que redacten un relato con mucha narración y algo de descripción (contenidos, por cierto, del tema 2) donde hagan volar su imaginación, teniendo presente que la protagonista absoluta del cuento es la puerta y lo que ella atesora.

4º. Una vez evaluado el trabajo, se les lleva de nuevo al lugar en cuestión y se muestra lo que hay detrás de esa ajada puerta, con la promesa, por supuesto, de no revelar a nadie la verdad.



Y ahora, tres de esos guisos que han cocinado algunos de nuestros alumnos:


LA PUERTA SECRETA

Un nuevo año. Una clase de alumnos que pasaron de sexto a primero de la ESO. Eran una clase de veinticinco o veintiseis alumnos. Pasó Navidad. Llegó la primavera y a unos días de Semana Santa, Álex llevaba el parte de la clase de arriba a la de abajo cuando por el atasco de gente, tropezó. Y se hubiera caído si no fuera por la “puerta misteriosa”.

Entonces se dio cuenta de que había una puerta y empezó a picarle la curiosidad; pero no era el momento. Al día siguiente lo comentó entre sus amigos, pero solo le creyó un par y una niña que pasaba por allí. Los niños eran Álex, Luis, Óscar y Luisa. Los tres tenían tanta curiosidad que hablaron con el conserje, ya que era el que estaba más tiempo en el instituto. En cuanto le mencionaron la puerta, se asustó y dijo que solo era el cuarto de las limpiadoras. Los niños no se lo tragaron. Aprovechando que eran fiestas de Semana Santa, se colaron en el instituto, cogieron la llave y entraron. Después de esto, nadie más supo de ellos.

Antonio Cortés Cortés.



En el año 1973 la educación no era como ahora: era más estricta, más rígida. Hasta tal punto que los profesores podían golpear a sus alumnos con reglas, y vete tú a saber con qué más. Pero bueno, este no es el caso: este tipo de aulas, como la que se oculta tras la puerta misteriosa, era para aquellos alumnos y alumnas que no comprendían que el maestro debía ser respetado.

Esta era la sala de las ratas o como quiera que se llamase. Esa puerta blanca, de madera, un poco anticuada y maltratada por el tiempo y algún alumno graciosillo, conducía a una sala oscura, con roedores e insectos por todos lados. Tenía solamente una silla, una mesa y una pequeña vela que proporcionaba un poco de luz a los alumnos que allí se hallaran.

Pero había una salida que crearon los alumnos y alumnas para salir: se trataba de quitar una tabla y salir por ahí, pero los profesores los pillaron con las manos en la masa y... ¡se cerró para siempre!

Javier Gallego Castillo.


Érase una vez un instituto encantado. Muchos niños decían que les daba miedo entrar. Sería quizás porque había una puerta al subir las escaleras que daba mucho miedo. Esa puerta se suponía que era una clase de Lengua antigua. Contenía dentro mesas antiguas, sillas viejas, una pizarra rota, el suelo manchado de huellas de ratas y muchas cosas más. Un día un niño estaba en clase de Lengua y le dijo: “Oye, maestro, me gustaría saber por qué esa puerta aún sigue ahí si ya han pasado cincuenta años. El maestro, con cara de no saberle responder, le dijo: “Niño, yo creo que esa puerta sigue ahí porque aún hay algo que guardar ahí”.

Al día siguiente todos los niños fueron a reclamarle al maestro que por qué no abría esa puerta para averiguar lo que había dentro. El maestro respondió: “Niños, si de verdad queréis saber lo que hay dentro... acompañadme”. Los niños se fueron detrás de él y cuando llegaron, abrió la puerta y se sintió un crujido (¡ññññgggg!) muy extraño. Todos se tuvieron que tapar los oídos. Esa puerta vieja dejaba sordo a cualquiera. Cuando vieron lo que había dentro, todos los niños se sorprendieron y ya no volvieron a preguntarle más al maestro.

Isabel Mª. Bonache Alarcón.


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